viernes, 13 de mayo de 2016

REFLEJO POÉTICO


Vi a un tipo con una cámara fotografiando los charcos y eso me dio la idea de hacer lo mismo. Hay muchas formas de plagiar, desconozco la foto que pudo hacer él, ésta es la que hice yo. Le he dado la vuelta, además me gusta el título. Una mujer me dijo que no le gustaban las historias que se cuentan en primera persona, no le pregunté por qué, no era asunto de mi incumbencia ni me importaba su opinión, tampoco se lo dije. Hay personas que no me importan nada, aunque las conozca mucho o poco, no me importan. Me da igual lo que les pase en la vida, lo que sean o quieran ser. Sus sueños y añoranzas; sus esperanzas y anhelos y sus fobias. Sin embargo hay otras que si me importan, a veces sin saberlo. Vivo en una ignorancia total sobre ellas hasta que improvisadamente, sin advertencia previa, un algo inquietante llama mi atención haciendo que centre el objetivo en su persona. Una imagen desenfocada, tililante si no hubiera movimiento, como una estrella nerudiana, se cierne sobre la mente mostrando cierta claridad en alguno de sus relieves, como una ilusión de prestidigitador. La mano es más rápida que el ojo. Pero no todo es apariencia o realidad, verdad o mentira, Hay una constante que se desliza implacable sobre la percepción que tenemos de las cosas, que quiere acabar con nosotros en silencio, apaciguarnos como ovejas en plena canícula. Es entonces cuando hay que enseñar los dientes y dar verdaderas dentelladas, desgarrar la carne dejando que la herida sangre y muestre el tejido del que estamos hechos. Así, de ese modo brutal, sabemos que estamos vivos porque nos duele y dolemos.

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