miércoles, 11 de febrero de 2015

TAJO, HACHA Y VERDUGO

Tajo, hacha y verdugo para cortar cabezas nobles
Bicicleta de madera inventada por Leonardo da Vinci

El ser humano posee una capacidad de inventiva insuperable. Hasta la fecha no conocemos otra especie en ninguna parte del Universo con esa habilidad, la misma que nos llevó del remoto Valle del Riff a colonizar toda la Tierra, viajar a la Luna, poner satélites en órbita terrestre, o sondas más allá de los confines del Sistema Solar, un lugar inmenso y al mismo tiempo insignificante dentro de este Universo que nos alberga, y del que no tenemos constancia de que nos sepa. 
Ese don dado por la evolución no lo aprovechamos con la eficacia que sería debida a nuestra inteligencia y creatividad. Malgastamos enormes cantidades de energía en matarnos, en malbaratar la vida del planeta que nos cobija; en estúpidas supersticiones que propagan la ignorancia y la desigualdad. En discusiones estériles sobre la divinidad que nadie, nunca, ha visto. Somos una especie privilegiada por la Naturaleza. Somos hermosos y bellos, y también groseros, decadentes y obtusos. Tenemos en nuestras mentes y manos la capacidad de entender y comprender todo; de transformar esta Tierra verde y azul en un lugar más habitable, y salvo unos pocos, no hacemos nada que nos haga mejores a nuestros ojos. Avanzamos y retrocedemos a saltos dependiendo de la cantidad de codicia y avaricia dominantes; de nuestros pequeños y ridículos egoísmos, envidias. Somos y no somos. Estamos y nos perdemos. Vivimos y morimos, muchas veces sin saber porqué. Y sin embargo, a pesar de todo lo anterior, aún creo que alguna de las personas que me rodean merecen la pena, aunque sienta una profunda decepción por las demás; sobre todo por aquellas que, teniendo en sus manos el poder de hacer las cosas bien, no van más allá de fastidiarnos un día si y otro también. ¿Será que no ven o que les ciega la maldad bien entendida?

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