lunes, 16 de febrero de 2015

CINE Y LITERATURA


En alguna parte he visto el anuncio de la última película de Clint Eastwood: El francotirador, así que he ido a verla. Me gustan las películas bélicas (aunque no todas), desde que vi Objetivo Birmania la primera vez. Aquel grupo de soldados en busca de un objetivo supuso una innovación en el cine de guerra realizado hasta entonces. La película de Eastwood me gustará (todavía no se ha estrenado), porque seguro que entrará en la mente de un individuo que se gana las habichuelas matando a otros a través de una mira telescópica, y éso, créanme, es de sumo interés. 
Había otras opciones, entre ellas la que ilustra la foto de este post, pero he decidido ver Birdman, la última de Alejando González Iñarritu. Una película que intenta innovar en el modo de mover la cámara, con una sucesión de planos secuencia cámara en mano. No lo logra. Solo hay buenas interpretaciones de los actores; y la crítica al cine de acción y palomitas se viene abajo por si misma al introducir una secuencia de acción onírica que supera hasta lo, en ese momento, contado en clave teatral.
Para el amante del cine y la literatura, películas como Birdman, o libros como Misión olvido de María Dueñas son obras menores, y que uno irá a ver o leerá cuando no tenga otra opción mejor para evitar una tediosa reunión de vecinos, o acaso librarse de un lunes entre un millón. 
Sería pedir peras al olmo que Tiempo de silencio, Pedro Páramo, Cien años de Soledad, Luz de agosto..., o Casablanca, Centauros del desierto, El verdugo o Rififi..., fueran obras de cabecera de los seguidores de 50 sombras de Gray. Un mundo tan aburrido y habitado por un número tan grande de lerdos sería insoportable, y nos acercamos peligrosamente a él.

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